Ayer tuve el placer de visionar Freaks
(La Parada de los Monstruos en su título español), dirigida
por Tod Browning en 1932; film de poco más de una hora de metraje,
donde se nos muestra un circo en el que habitan unos seres muy
diferentes a los humanos corrientes.
Estos seres, deformes, mutilados,
algunos incluso con deficiencias mentales, enanos, mujeres barbudas,
etc., son exhibidos en el circo ante el público como si de bestias
se tratara, como verdaderos monstruos, sirviendo en su mayor parte
para mofa del personal, así como siendo el blanco de las burlas de
aquellos compañeros de carpa que se creen superiores por ser
“normales”. La historia se centra en Hans, un enano de origen
alemán que vive enamorado de la trapecista del circo, una bella
mujer rubia, que mantiene una relación con “Hércules” el
fortachón del lugar; no obstante ésta el único interés que tiene
en el pequeño Hans es el de aprovecharse de la fortuna que ha
heredado, aceptando todo tipo de regalos que éste le hace,
accediendo posteriormente a unirse en matrimonio con él para acabar
con su vida y ser la que posea la fortuna del cegado Hans, en un plan
trazado con Hércules, sin embargo el pequeño hombre hace oídos
sordos a los avisos de la que era su pareja, una mujer similar a él
que se percata de las intenciones de la trapecista. Finalmente,
destapado el pastel, Hans con ayuda de sus amigos “raros” y otros
dos trabajadores del circo con los que mantienen amistad, trazan un
plan para vengarse de la pareja que se ha aprovechado de él y que en
numerosas ocasiones se han burlado de todos.
Procediendo ahora a analizar temas que
se tocan en el film, debemos destacar el de la marginación por ser
“diferentes”. “Ellos no pidieron nacer, pero vinieron al mundo”
como bien dice el hombre que presenta al monstruo al principio de la
película (que será la trapecista, pues el grueso del film es un
flashback). Un tema de actualidad aún hoy, donde se margina incluso
a personas que se supone son “normales” por el simple hecho de
llevar una apariencia diferente, tener otro color de piel, o mostrar
ideas contrarias; esa monstruosidad que se asocia a los seres que
vemos en el film es solo una construcción social, mostrándose la
verdadera monstruosidad en los seres “perfectos”, quienes son los
que llevan a cabo los abusos y las burlas hacia ellos, que finalmente
deben actuar de forma brutal, no porque sea su condición, sino
porque la única manera que tienen de obtener el respeto de aquellos
que no se lo han tenido anteriormente es esa. Sacamos el mensaje de
que todos somos iguales, pero a la vez diferentes, los pinheads, como
expresa su cuidadora en la escena del parque, son niños por ello los
lleva allí, para que puedan comportarse como tal.
La amistad juega un papel importante,
los “freaks” son una piña entre ellos, si te metes con uno te
metes con todos, ya que éste es su mecanismo de defensa y
supervivencia para poder sobrellevar los problemas que les
sobrevienen por su propia condición innata. Se muestran como
personas de buenas intenciones, y nunca faltan el respeto a menos que
hayan sido ofendidos previamente, por lo que gozan de una dignidad
aún mayor que el resto. Es aquí cuando recuerdo a la fotógrafa
Diane Arbus, la cual no me extrañaría que adorase ésta película,
y a su afición por fotografiar a aquellas personas que vivían
ocultas de la sociedad, que eran fruto de rechazo por los cánones de
belleza implantados y que incluso molestaba mirar, si en los retratos
que Arbus hizo, sus modelos mostraban una dignidad que los hacía
únicos, una autenticidad nunca vista hasta entonces en el retrato,
que iba más a capturar la belleza que la fealdad, el polémico film
de Browning nos hace ver perfectamente esta dignidad que comento en
estas personas especiales.
Siendo una película bastante moderna
del Hollywood clásico, articulada con la presentación de una
supuesta bestia, que no se verá hasta el final de la película, en
el que volvamos al mismo punto donde ésta comenzó tras el largo
flashback en el que se relata cómo esa persona pasó de ser una
reina de la belleza al monstruo que es en ese momento. Con una puesta
en escena que refleja en gran medida la crudeza y la sordidez de un
circo ambulante, en perfecta armonía con el tono del film; realismo
y crudeza en un Hollywood que en 1932 comenzaba a mostrar cada vez
más interés en aquellos géneros que formarían el grueso de su
Edad Dorada envuelta en glamour. Aquí el mensaje impacta, y por
suerte el tiempo ha situado a ésta película en lugar que se merece,
el de los títulos de culto.